Reseña de Conversaciones del Bicentenario. Por Cecilia Flachsland para la revista El Ojo Mocho


Historia y política en tiempos kirchneristas: una perspectiva generacional

En su texto El problema de las generaciones, el sociólogo Karl Mannheim se pregunta qué pasaría en una sociedad donde las personas pudieran vivir eternamente. Sostiene que esa sociedad utópica sólo podría sobrevivir, si las esas personas se olvidaran de todo cada treinta años. La ausencia de nuevas generaciones que recreen la tradición sólo podría conducir a la catástrofe. La aparición del libro Conversaciones del Bicentenario, Historia y política en los años kirchneristas deja en claro que en la sociedad argentina no será necesario el olvido porque hay una nueva generación dispuesta a interrogar críticamente a las anteriores.
Conversaciones… es un libro de entrevistas a historiadores e intelectuales. Javier Trímboli, Raúl Fradkin, Hilda Sábato, Gabriel di Meglio, Omar Acha, León Pomer, María Pía López, Alejandro Kaufman, Horacio González y Fernando Devoto fueron invitados a dialogar por Julia Rosemberg y Matías Farías durante el 2010 y el 2011. Los autores, que crecieron durante la década del noventa, rondan los treinta años. Conviene decir algo más sobre ellos porque en el libro apenas señalan su pertenencia institucional a la UBA o al CONICET. Rosemberg es historiadora y Farías es filósofo. Los dos son docentes, trabajan elaborando contenidos para la enseñanza sobre temas históricos en distintos organismos del Estado, brindan capacitación docente, participan en ámbitos militantes y, además y sobre todo, se definen como kirchneristas.
Hicieron un libro de entrevistas, es decir de un género que se sostiene en dar la palabra al otro. Sin embargo, aunque eso también lo hicieron, a lo largo de las páginas dejan en claro que van a dar esa palabra pero sobre una agenda diseñada por ellos, un conjunto de problemas sobre el que volverán con insistencia ante cada uno de los entrevistador, no al modo del periodista incisivo que incomoda pero sí como quien tiene una obsesión y no está dispuesto a abandonarla.
Ese conjunto de preguntas que van y vienen en boca de ambos tiene algo de programa generacional. Son hijos políticos del 2001; asumieron una identidad política en el 2003; creen que es a través del Estado que pueden ampliarse las nociones de justicia e igualdad; no tienen miedo de ser tildados de “esencialistas” cuando pronuncian las palabras “nación” o  “clase”. Y, sobre todo, desconfían de la década del ochenta –como preludio de los noventa- en un aspecto central para la temática del libro: los “consensos” que se construyeron, desde los elencos gubernamentales e importantes grupos sociales, para legitimar la democracia a partir de su contraste con un pasado concebido como un cúmulo de calamidades o como un lastre que solicitaba su pronto “punto final”. El 2001 establece también en este punto una fisura y el kirchnerismo se instala allí para rediscutir las filiaciones históricas y políticas. Por eso no es casual que esta generación de jóvenes suspenda su previa incredulidad y se lance a la vida política.  
Esta marca generacional está presente también en la misma producción del libro. Fue publicado por la Editorial Casa Nova, un emprendimiento joven que con este volumen inaugura la colección “Jorge Álvarez”, en una suerte de homenaje a quien llevó adelante  la emblemática editorial de los años sesenta y que fue también el responsable del primer sello discográfico independiente, Mandioca. Interesa señalar aquí que, a diferencia de lo que sucedía hasta hace muy poco tiempo, no estamos frente a un proyecto que se piensa como trinchera frente al derrumbe ni que levanta la bandera de la “aventura individual adentro del sistema” sino más bien como un proyecto que, con márgenes de autonomía, no elude pensar ni apostar a construir las grandes cuestiones nacionales.
El libro está organizado en dos tramos, el primero se titula “Conversaciones” y reúne las charlas que se realizaron cara a cara, y el segundo, titulado “Entrevistas”, incluye aquellas que se realizaron vía mail. El punto de partida de todas son los festejos del Bicentenario, un acontecimiento que, tal como dicen los autores, permite pensar como esa movilización callejera recreó de un modo particular un encuentro entre el pasado y el presente, es decir: “representa el punto de partida para retomar un interrogante que nos parece fundamental, la pregunta por el vínculo entre la historia y la política”.
A partir de sus recorridos biográficos, académicos y políticos, los entrevistados van desgranando esta pregunta y llevándola hacia derivas diversas. En algunas de estas derivas, quienes no somos del campo historiográfico, podemos espiar ciertos cruces que hasta pueden ser leídos como “chimentos” de historiadores: quién es amigo de quién, quién está peleado con quién.
El interrogante sobre los festejos del Bicentenario permite vislumbrar uno de los logros del libro, el haber convocado voces contrapuestas que realizan múltiples interpretaciones. Pueden ser vistos como un ejemplo de un nuevo “clima de expectación” de las clases populares (Trímboli); como una reactualización en clave peronista de la idea alfonsinista de tercer movimiento histórico (Fradkin); como un espacio de fraternidad que rivalizó paradójicamente con el espíritu confrontativo del gobierno (Sábato); como un relato efectista ideado con la estética del videoclip (Acha); como un fenómeno que hacía recordar más a los no tan lejanos paseos de las clases populares en la calle Lavalle que a los festejos organizados durante el Centenario (Devoto); o como la prueba de que se recuperaron las condiciones de legitimidad de la existencia colectiva que permite incluso este mismo debate (Kaufman).
Farías y Rosemberg escuchan con atención esta multiplicidad pero no eluden la toma de posición, a través de la recurrencia del tema y de, por ejemplo, la elección del dibujo de la tapa del libro. Una ilustración de Nicolás Arispe que contrapone la celebración del Centenario con la del Bicentenario: una es la “ciudad gorila” y otra la del “bajo pueblo” (una temática que el dibujante ya había desarrollado en otro libro de la misma editorial, Mono Sacer, editado al calor del llamado “conflicto del campo”, desatado por la polémica de la Resolución 125).  
La disparidad de interpretaciones sobre el Bicentenario es, sin embargo, menos sorprendente que la insospechada coincidencia entre la mayoría de los entrevistados cuando el eje de la discusión se centra en las clases populares. Resulta llamativo cómo buena parte de ellos reconoce su propia imposibilidad de ver o anticipar lo que estaba ocurriendo en el 2001 o de prever el carácter multitudinario de los festejos del Bicentenario. La pregunta que bien puede hacerse el lector cae por sí sola: ¿Por qué especialistas en historia y ciencias sociales no pudieron ver qué pasaba? ¿Son los acontecimientos argentinos realmente sorprendentes u ocurre que los intelectuales no esperan ya nada de los sectores populares? 
El debate acerca del reviosinismo y el neorevisionismo es otro de los ejes del libro, que se entrecruza con la discusión en torno a las potencialidades y los límites de un “campo académico” que demasiado apresuradamente había certificado la muerte de aquellas corrientes historiográficas. La polémica sobre la Vuelta de Obligado convertida en “efeméride” y la guerra de Malvinas concentran el núcleo de esta discusión y son otros de los tantos puntos de referencia que a lo largo del libro conducen de manera directa a la cuestión de la “nación”.
Este libro puede ser leído como una conversación entre generaciones, como toda conversación tiene sus momentos más intensos no cuando se pronuncian las frases perfectas, que cierran y concluyen, sino en esos momentos de balbuceos –y hasta de cierta fragilidad- en los que el lector percibe que los que hablan están pensando juntos. Tal vez por eso las mejores entrevistas son aquellas donde los entrevistados no reclamaron recortes ni hicieron correcciones posteriores para emprolijar. Por ejemplo, cuando di Meglio narra cómo terminó observando los enfrentamientos callejeros del 2001 desde el balcón mientras los motoqueros ponían el cuerpo en la calle; o cuando Hilda Sábato explica lo que significó el concepto de sociedad civil durante la “primavera democrática” y Rosemberg le repregunta: “¿Y la decepción cuando llega?”.
El día que murió Néstor Kirchner impresionaba ver en la Plaza de Mayo el dolor de los jóvenes, que lloraban como quien ha perdido un primer amor y no como llorábamos los que ya habíamos perdido tantos. En este caso lo novedoso era que el dolor político no era producto de una desilusión –como podría haber pasado con Juan Domingo Perón, Raúl Alfonsín y hasta Chacho Álvarez en sus momentos- sino de una fatalidad. Acá el líder no había traicionado ni desencantado, había muerto. Y esto era toda una novedad en la cultura política argentina de las últimas décadas.
Farías y Rosemberg lloraron ese día y seguramente habrán cantado a viva voz que “eran soldados del pingüino”. En este libro demuestran que también pueden ser intérpretes de esto que llamamos kirchnerismo, un acontecimiento que volvió a poner en el centro de la vida en común a la política y que permitió que nuevas generaciones crean que transformar la realidad es posible. En la calle, en el trabajo, en la casa, en el aula y con, por ejemplo, un libro como éste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores